Hay dos líneas de trabajo que están convergiendo sobre esta conclusión. Una síntesis de los resultados se recoge en el artículo Les traces cerebrales de la morale, aparecido en el ejemplar de junio de la revista francesa La Recherche.
Algunos neurólogos están estudiando funcionamiento del cerebro de sujetos a los que se les plantean cuestiones morales. Lo que están encontrando es que las áreas del cerebro implicadas en la gestión de estas cuestiones son las mismas que rigen por un lado las emociones y por otro lado la empatía, es decir, la capacidad de adoptar el punto de vista de otra persona.
Por otro lado, un grupo de psicólogos han planteado dilemas morales a grupos de personas y han observado que en sus respuestas las emociones pesan tanto o más que el razonamiento lógico y objetivo.
Por ejemplo proponen el problema siguiente: un tren se dirige a toda velocidad a una vía en la que hay cuatro personas. La única forma de evitar que el tren mate a esas cuatro personas es que lo desvíes mediante una palanca hacia otra vía, en la que sólo hay una persona. Activar la palanca implica sacrificar una vida por salvar otras cuatro. La mayoría de la gente responde a este dilema diciendo que activaría la palanca. Pero supongamos ahora que el tren, en su camino hacia la vía con las cuatro personas, pasa por debajo de un puente, donde tú te encuentras junto a otra persona. Si empujas a la persona por la barandilla caerá sobre la vía y morirá aplastado pero el tren se detendrá entonces y habremos salvado a las otras cuatro personas. En este caso el porcentaje de gente que dice sí a tirar la persona del puente es mucho más bajo que en la pregunta anterior y además tardan mucho más tiempo en tomar la decisión. Y sin embargo, objetivamente, ambos casos son iguales: matar a una persona por salvar a cuatro. Es meramente la emoción de ser el actor directo de la muerte lo que modifica las respuestas.
Las implicaciones de estos resultados son profundas. A principios de año, el magazine on-line Edge.org publicó las respuestas de investigadores punteros a la pregunta “¿Cuál es tu idea peligrosa?”. Uno de ellos, el psicólogo David Pizarro hizo la aportación siguiente:
"Cada vez es más evidente que nuestro sentido moral abarca un conjunto bastante inconexo de intuiciones, reglas basadas en la experiencia y respuestas emocionales que surgieron [a lo largo de la evolución] para funciones que no tienen nada que ver con la ética. (...) La mayoría de la gente cree que los actos humanos son objetivamente buenos o malos, como problemas matemáticos. La idea peligrosa es que nuestras intuiciones pueden ser malas guías hacia la verdad moral y pueden fácilmente llevarnos a error en nuestras decisiones morales cotidianas."
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